domingo, noviembre 26, 2006

Cómo llegamos a la Misión Ciencia (2da parte)

Y bien, en esta segunda entrega del artículo aprovecho para comentar que estas reflexiones forman parte de la producción del Programa de Investigación "Experiencias locales de apropiación tecnológica", adscrito al Centro de Investigación de la Comunicación y la Información (CICI) de la Universidad del Zulia y en el cual participan investigadores como María Isabel Neüman, Adriana Cely, Hazel Mogollón, José Ramírez, Ángel Páez y las maestrantes Daniela Artigas y Holy Castañeda.


Llega la institucionalización

Ángel Páez
Centro de Investigación de la Comunicación y la Información (CICI)
Universidad del Zulia
angel.paez@cantv.net

Paralelamente y bajo el respaldo del IVIC y de la comunidad científica del país, se crea, el 17 de Julio de 1967, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT). Antes de este momento, el Estado no contaba con una política explicita dirigida al fomento y desarrollo de la investigación científica y tecnológica nacional (III PNCT, 1991). Las políticas articuladas a través del CONICIT fueron criticadas posteriormente, debido a que éstas descansabana en el principio de la libertad creativa, que defendía la potestad que debían tener los investigadores, a título individual y no bajo la orientación del Estado, para definir los temas y líneas de investigación (PNCTI, 2005, p. 26).

Años más tarde, producto de una petición pública que hiciera el Presidente de la República, Sr. Carlos Andrés Pérez, en su discurso del 25 de Marzo de 1976 con motivo de la celebración del octavo aniversario del CONICIT, Pedro Obregón, Presidente del CONICIT para el momento, presenta el I Plan de Ciencia y Tecnología de Venezuela, en línea con el V Plan de la Nación, “donde por primera vez se reconoció de manera explícita, la necesidad de desarrollo científico y tecnológico para el logro de objetivos socio-económicos, políticos y culturales (Primer PNCT, 1976).

El Primer Plan de Ciencia y Tecnología (1976-1980) es un fiel reflejo del paradigma de la planificación normativa, muy vigente para la época. Autores como Matus (1983) luego indican la ineficacia
[1] del modelo de la planificación normativa en los países en desarrollo, ya que la misma no busca la transformación de la realidad social, sino la perpetuación de los modelos económicos. La planificación normativa, por su carácter técnico, le da una exagerada importancia al planificador, y considera que éste es el que tiene la capacidad y brillo intelectual para formular el plan, restándole importancia, sino obviando, a otros agentes tan importantes como los mismos beneficiarios.

En este sentido, los mecanismos y procesos de participación que se dan durante la formulación del Plan, indican en gran medida el tipo de planificación en el cual se auxilia el mismo. El Primer Plan de Ciencia y Tecnología (1976-1980), al ser concebido en el marco de paradigma normativo, solo consulta a especialistas para detectar las necesidades de los que para entonces se denominaban sectores, y se propician encuentros con investigadores, empresarios y periodistas, usando como escenario el I Congreso Nacional de Ciencia y Tecnología.

A pesar de no basarse en la participación de todos los sectores, el Primer Plan de Ciencia y Tecnología (1976-1980) deja un importante registro de la realidad científica y tecnológica nacional del momento. Para 1973 Venezuela no contaba con el número de investigadores por habitantes que recomendaba la UNESCO (0.25 por cada 1000 habitantes), existiendo 0.17 investigadores por cada 1000 habitantes. Para 1974, se invertía apenas 0.38% del PIB en actividades de investigación, cifra que dista de la recomendada por la UNESCO para los países en vías de desarrollo (1% de su PIB). Otro indicador de la crítica situación del Sistema Científico Tecnológico es el número de patentes; para el momento, las patentes venezolanas no llegan a representar ni el 5% del total de patentes registradas en el país (Primer PNCT, 1976).


La finalidad expresada en el 1er Plan es el “desarrollo gradual de un sistema científico y tecnológico que proporcione al país los conocimientos y la capacidad tecnológica necesarios para resolver los problemas sociales, económicos y culturales fundamentales de la población (Primer PNCT, 1976, p. 27)”. Ávalos (1981) considera que el fracaso de la política tecnológica expresa en el Primer Plan de Ciencia y Tecnología (1976-1980), tuvo que ver más con las voluntades políticas, que con la formulación del mismo.

El caso de la política tecnológica es bastante distinto. Esta no se fundamentó en ningún diagnóstico político, del cual pudieron haber salido sus dolientes potenciales, pues si bien es cierto que la "política construida" suele ir por lo menos en parte, a contrapelo de los procesos reales, no lo es menos que existe la posibilidad, a veces importante, de que dicha política encuentre asidero social en ciertos intereses y de esta forma se haga viable en alguna medida. Pocas veces, sin embargo, ese asidero se encuentra de manera automática; lo normal es que tenga que ser identificado y hasta "fabricado" mediante acciones se combinen el convencimiento –la "concientización", como suele decirse ahora– y la negociación… El Plan puso por delante una política tecnológica redonda, indiscutible, "defensora de los mejores intereses del país"; pero no hubo grupos o sectores que se sintieran específicamente aludidos y que, en consecuencia, favorecieran o adversaran esa política (Ávalos, 1981, 5).


Luego aparece el Segundo Plan Nacional de Ciencia y tecnología (1986-1988), en un contexto en el que Venezuela comienza a insertarse en el modelo neoliberal, dándosele prioridad a políticas sociales cuya finalidad era la privatización de las instituciones del Estado. Con el II Plan no se logran los objetivos planteados, debido fundamentalmente a la desinversión, y se produce una fuga de científicos que afecta el proceso de institucionalización de la actividad científica en el país (PNCTI, 2005, p. 28). La crisis económica y social se vivía en toda América Latina, lo cuál pudo manifestarse a través del estancamiento de la generación de conocimientos y de aprendizaje tecnológico y del debilitamiento de la vinculación entre la industria y los centros de generadores de conocimientos científicos y tecnológicos.

La crisis intentó ser atendida a través del III Plan Nacional de Ciencia y Tecnología (1989-1994). Los mecanismos de participación para la formulación del III Plan no varían mucho del I y el II, y se trabaja con grupos de especialistas sectoriales en el marco del II Congreso Nacional de Ciencia y Tecnología. El Plan se suscribe a los lineamientos de Ciencia y Tecnología del VIII Plan de la nación, planteándose políticas que apuntaron hacia el mejoramiento de la calidad y la productividad del sector generador de bienes y servicios.

Con el III Plan de Ciencia y Tecnología, se avanza en el reconocimiento de la importancia de la gestión tecnológica para el desarrollo del país, ya que se habla de “disminuir la creciente dependencia del aparato productivo al adquirir equipos y tecnologías foráneas, promoviendo la apropiación
[2] de una capacidad necesaria para diseñarlos, construirlos y exponerlos” (III PNCT, 1991, p. 29).

También es notable el énfasis que empieza a hacerse, a partir de este III Plan, en el bienestar de la sociedad venezolana, lo cual refleja, al menos, la perspectiva holística con la que se intenta abordar los problemas. La idea era “lograr una sociedad sana, con niveles de calidad ambiental adecuados, mayor participación de la sociedad civil, mejora de las condiciones de acceso a una vivienda apropiada y mayo nivel de escolaridad social (III PNCT, 1991, p. 30).

Para el momento de formulación del III Plan, Venezuela ha atravesado tres grandes fases, en lo que políticas de ciencia y tecnología se refiere. La primera fase, que recibe el nombre de “crecimiento dirigido”, se caracterizó por seguir los lineamientos de la UNESCO, invirtiéndose en formación de recursos humanos y en actividades de investigación. En una segunda fase del “crecimiento dirigido”, a partir de la consulta nacional de 1975, se trabajo en la relación I+D (Investigación+Desarrollo), y se promueve la transferencia de resultados de investigación y el diseño de prototipos desde el laboratorio hacia la empresa; este lineamiento estratégico no se cumple debido a que el empresario nacional estaba adscrito al modelo de importación.
En la tercera fase, se pasa del auge de asignación de recursos humanos, a una situación de escasez de recursos financieros, que motivan al CONITI a crear en 1982 el Sistema Automatizado de Información Científica y Tecnológica (SAICYT) y la Fundación Venezolana de Promoción al Investigador en 1990 (III PNCT, 1991)


[1] Según Corredor (1996), la planificación normativa le da una visión economicista exagerada a la planificación, propicia más el crecimiento que el desarrollo, abandona el origen administrativo de la planificación y sus previsiones son más para la teoría, que para la práctica del proceso, tiene escasas posibilidades como instrumento de cambio pues el político es el planificador y este neutraliza acciones contrarias a sus objetivos, se caracteriza por una busca discontinuidad entre historia y futuro y hay una desconexión entre lo necesario y lo posible.


[2] Se observan aquí los primeros indicios de lo que más adelante denominaremos como Apropiación Social de la tecnología.

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